domingo, 23 de agosto de 2009

ILHA DAS FLORES


Ilha das Flores es un excelente video ficcional, documental y educativo.
Para verlo hacé click en este enlace:


http://www.youtube.com/watch?v=TIeU7_yqrpc

Subido por Luciano

domingo, 16 de agosto de 2009

Bienvenido a Dharavi

Siguiendo con el esfuerzo de comprender por qué caminos y hacia donde ir con el visionado (término propio del cine que refiere a ver el material producido para un film, en la etapa de la post-producción) de la película ¿Quién quiere ser millonario?
Se me ocurrió relevar información acerca de Dharavi, el lugar en el que fue rodada la película y que en la ficción es el
"primer mundo que lee" Jamal Malik - el protagonista - su hermano Salim y su amiga Latika.

Si querés ver el artículo completo videos incluidos, ir a:
http://kurioso.wordpress.com/2009/02/09/bienvenido-a-dharavi-el-mayor-tugurio-del-mundo/
La narración a continuación es ficcionalizada, sin embargo Krishna Pooraji, el personaje que narra, tiene un referente real guía de reality tours - safaris de imágenes de la pobreza vivenciales - de igual nombre.

Mi nombre es Krishna Pooraji y quiero que me acompañes en el viaje más sobrecogedor que recordarás haber hecho con la rueda de un ratón durante mucho tiempo. Vivo y trabajo en Dharavi, suburbio de Bombay, ciudad de parias y uno de los más degradados arrabales del planeta. Casi 400.000 habitantes por kilómetro cuadrado te esperan, con una sonrisa, en sus humildes chabolas mientras sobreviven a su encastado destino. Son pobres e ‘intocables’, pero sin armas, sin violencia ni casi delincuencia. Bienvenido a la ciudad de la alegre miseria.

Dharavi se encuentra al norte de la zona centro de Bombay, en la India. Uno de las ciudades con mayores contrastes del planeta. Dos autopistas limitan su territorio y la segregan del núcleo rico de la capital. Un millón de almas comparten apenas 3 kilómetros cuadrados de terrenos inundables y más de 60.000 chamizos de menos de 10 metros cuadrados cada uno.

Quiero que conozcas nuestra forma de (sobre)vivir el día a día. Te voy a llevar por alguno de los rincones de mi barrio, a través de atajos y angostas callejuelas. Tendrás que venir andando pues las estrecheces impiden el paso de cualquier vehículo, incluidos los famosos rickshaws.

Lleva algo de agua mineral. No tenemos agua corriente en nuestras casas. Apenas dos horas al día las fuentes públicas nos devuelven el agua que alguna vez desterramos. Paradójicamente nuestra ciudad es atravesada por los dos mayores colectores que sirven de agua a la capital. Dos tuberías de 2 metros de diámetro que nos refrescan al contacto en verano y nos vaporizan de humedad en invierno. Tampoco bebas mucho. Sólo disponemos de 1 retrete por cada 2000 habitantes. Insuficiente para forasteros con escrúpulos. No te olvides tampoco del calzado cerrado. A ambos lados de las vías principales discurren, abiertos, los canales fecales que vacían nuestras letrinas.

Saldremos del Hotel Kuthoop, en el centro de la calle de los alfareros. El más lujoso de nuestros hostales al servicio de foráneos e invitados.

Sobre somieres de cuerdas y arpillera, levantados lo suficiente para el paso de ratas y roedores, descansaremos hasta el alba, punto de partida de nuestra excursión.

No te agobies por las miradas. Dharavi no es un barrio de paso y los forasteros causan sorpresa e impresión pero siempre desde la empatía. La mayoría de mis vecinos jamás han salido de aquí. Atrapados por casta y miseria su mundo comparte límites con la ciudad. Por eso tenemos que arreglarnos con nuestros medios y, a pesar de todo, disponemos de mercados, escuelas clandestinas, hostales, templos religiosos y hasta improvisados hospitales.

La ciudad la seccionan dos vías de ferrocarril sin paradas. Cada tres minutos hay que despejar las traviesas para el paso del tren que deja libre la mayor arteria de Dharavi. Los más importantes negocios y tiendas se hacinan entorno a estas vías. Es nuestro escaparate y conexión con el mundo exterior. La única forma de mostrar la artesanía a los extranjeros, aunque sea de un fugaz vistazo.

No lleves dinero. No te hará falta. Aquí nos manejamos con pequeños y coloridos trozos de plástico que nos sirven como moneda y trueque. La mayoría de nosotros los reciclamos de la basura para revenderlos a la industria juguetera de la capital. Por eso es muy común el intercambio de artículos de primera necesidad por ésta, nuestra moneda.

La tierra y las circunstancias son, como ves, nuestros principales recursos. Con el barro arcilloso de las calles elaboramos nuestra artesanía alfarera. Y con los jabones recolectados de hoteles y residencias fundimos y rehacemos nuestra llamativa y aromática versión que revendemos en el mercadillo. Más de 20.000 establecimientos dan colorido y vida a nuestras callejuelas.

Al final de la avenida principal está la oficina de correos. Desde allí podrás enviar esta ‘postal’ a cualquier parte del mundo.

¡Feliz Viaje y gracias por acompañarme hermano!

Información estadística:

Superficie de Dharavi: 216.506819 hectáreas (216 manzanas)

Población de Dharavi: ~ 1.000.000 habitantes.

Densidad poblacional: 4.630 habitantes por hectárea.

Subido por Luciano


¿Quién quiere ser millonario? (Who Wants to Be a Millionaire? )

Slumdog millonaire fue la película que elegimos para ver con las alumnas de los Profesorados de Primaria e Inicial. Es conocida en Latinoamérica como ¿Quién quiere ser millonario?. La traducción literal del inglés al español es perro callejero millonario, perro atorrante diríamos los argentinos, aunque Alberto Cortés (poeta/letrista) lo canta como callejero. En este artículo quiero dejarles información respecto del programa de televisión que, como tantos otros, ofrece en muchos países del mundo la ilusión de la "salvación individual" o "la movilidad individual ascendente en la escala socioeconómica" a sus televidentes-consumidores.

¿Quién quiere ser millonario? (Who Wants to Be a Millionaire? en inglés), es un concurso que se emite en la actualidad en 55 países. El programa empezó a emitirse en el Reino Unido, y su nombre era Cash Mountain, empezó el 4 de septiembre de 1998. El primer concursante en llevarse el premio máximo fue el estadounidense John Carpenter, que ganó un millón de dólares. Pero también un concursante llamado Chase Sampson participó en este programa y no logró ganar ningún premio luego de responder incorrectamente la primera pregunta.

Versiones de “Quién quiere ser millonario” en el mundo.

En la pantalla de Canal 13 (Argentina) los miércoles a la noche, con la conducción de Julián Weich. El programa se emitió durante 2002, hasta el 2003.

Formato

Para concursar hay que hacer una llamada y ser seleccionado; en el plató se encuentran varios aspirantes, y tan solo 1 de ellos va a concursar, el que consiga contestar a una pregunta (normalmente, ordenar de mayor a menor o viceversa cuatro elementos) más rápido de todos.

Hay 15 preguntas, cada una asignada a un valor de dinero, con 3 "pisos". En cada pregunta se cuenta con 4 opciones: A, B, C y D, que pueden reducirse a 2 con el comodín del 50%. El participante luego de decidir su respuesta es consultado si la respuesta que dio es definitiva. Si acepta, la elección no puede ser revertida.

Los menores de edad no pueden concursar, excepto en programas especiales pensados para ellos, ninguna persona que trabaje en las empresas proovedoras o en el canal que emite el programa, cualquier persona que haya participado en algún concurso de esta cadena en los últimos 6 meses, tampoco ningún concursante que haya pasado a la final.

Comodines

  • Comodín de la Votación del Público: los espectadores del programa contestan a la pregunta tal y como les parezca, pulsando la opción: A, B, C o D, por supuesto que no siempre aciertan, luego sale una cifra con el % de respuestas a cada opción, y el concursante o utiliza otro comodín, o se planta o confía en el público.
  • Comodín de la Llamada: este comodín consiste en hacer una llamada a un amigo o familiar del concursante, para que diga la opción correcta de la pregunta, el concursante tiene 30 segundos para preguntarle, en cuanto pasa esa cifra de tiempo se cierra la línea telefónica. Cabe destacar que el programa no se emite en directo, así que la persona a la que llaman no sabe a qué pregunta se está enfrentando el concursante en ese momento.
  • Comodín del 50%: consiste en dejar de las 4 opciones posibles de respuesta A sólo 2. De esa forma si existiera alguna duda entre 2 respuestas, es posible que esta sea aclarada.
  • Comodín del Público: este comodín fue agregado en Quién Merece ser Millonario, Chile en julio del 2006. En este comodín sólo responden 3 personas del público en el estudio que creen saber la respuesta. Quien acierte a la respuesta correcta, gana $300 Mil chilenos (U$S 600 aprox.)
  • Comodín de Cambio de Pregunta: este comodín también fue agregado en Quién quiere ser Millonario, de Colombia, en junio de 2008. En este comodín, el participante tiene la opción de cambiar la pregunta, si no conoce la respuesta, y responder una nueva.

Luciano

lunes, 8 de junio de 2009

La importancia del acto de leer y el proceso de liberación - Paulo Freire

Rara ha sido la vez, a lo largo de tantos años de práctica pedagógica, y por lo tanto política, en que me he permitido la tarea de abrir, de inaugurar o de clausurar encuentros o congresos. Acepté hacerlo ahora, pero de la manera menos formal posible. Acepté venir aquí para hablar un poco de la importancia del acto de leer. Me parece indispensable, al tratar de hablar de esa importancia, decir algo del momento mismo en que me preparaba para estar aquí hoy; decir algo del proceso en que me inserté mientras iba escribiendo este texto que ahora leo, proceso que implicaba una comprensión crítica del acto de leer, que no se agota en la descodificación pura de la palabra escrita o del lenguaje escrito, sino que se anticipa y se prolonga en la inteligencia del mundo. La lectura del mundo precede a la lectura de la palabra, de ahí que la posterior lectura de ésta no pueda prescindir de la continuidad de la lectura de aquél. Lenguaje y realidad se vinculan dinámicamente. La comprensión del texto a ser alcanzada por su lectura crítica implica la percepción de relaciones entre el texto y el contexto. Al intentar escribir sobre la importancia del acto de leer, me sentí llevado –y hasta con gusto– a “releer” momentos de mi práctica, guardados en la memoria, desde las experiencias más remotas de mi infancia, de mi adolescencia, de mi juventud, en que la importancia del acto de leer se vino constituyendo en mí.
Al ir escribiendo este texto, iba yo “tomando distancia” de los diferentes momentos en que el acto de leer se fue dando en mi experiencia existencial. Primero, la “lectura” del mundo, del pequeño mundo en que me movía; después la lectura de la palabra que no siempre, a lo largo de mi escolarización, fue la lectura de la “palabra-mundo”.
La vuelta a la infancia distante, buscando la comprensión de mi acto de “leer” el mundo particular en que me movía –y hasta donde no me está traicionando la memoria– me es absolutamente significativa. En este esfuerzo al que me voy entregando, re-creo y re-vivo, en el texto que escribo, la experiencia en el momento en que aún no leía la palabra.
Me veo entonces en la casa mediana en que nací en Recife, rodeada de árboles, algunos de ellos como si fueran gente, tal era la intimidad entre nosotros; a su sombra jugaba y en sus ramas más dóciles a mi altura me experimentaba en riesgos menores que me preparaban para riesgos y aventuras mayores. La vieja casa, sus cuartos, su corredor, su sótano, su terraza –el lugar de las flores de mi madre–, la amplia quinta donde se hallaba, todo eso fue mi primer mundo. En él gateé, balbuceé, me erguí, caminé, hablé. En verdad, aquel mundo especial se me daba como el mundo de mi actividad perceptiva, y por eso mismo como el mundo de mis primeras lecturas. Los “textos”, las “palabras”, las “letras” de aquel contexto –en cuya percepción me probaba, y cuanto más lo hacía, más aumentaba la capacidad de percibir– encarnaban una serie de cosas, de objetos, de señales, cuya comprensión yo iba aprendiendo en mi trato con ellos, en mis relaciones mis hermanos mayores y con mis padres.
Los “textos”, las “palabras”, las “letras” de aquel contexto se encarnaban en el canto de los pájaros: el del sanbaçu, el del olka-pro-caminho-quemvem, del bem-te-vi, el del sabiá; en la danza de las copas de los árboles sopladas por fuertes vientos que anunciaban tempestades, truenos, relámpagos; las aguas de la lluvia jugando a la geografía, inventando lagos, islas, ríos, arroyos. Los “textos”, las “palabras”, las “letras” de aquel contexto se encarnaban también en el silbo del viento, en las nubes del cielo, en sus colores, en sus movimientos; en el color del follaje, en la forma de las hojas, en el aroma de las hojas –de las rosas, de los jazmines–, en la densidad de los árboles, en la cáscara de las frutas. En la tonalidad diferente de colores de una misma fruta en distintos momentos: el verde del mago-espada hinchado, el amarillo verduzco del mismo mango madurando, las pintas negras del mango ya más que maduro. La relación entre esos colores, el desarrollo del fruto, su resistencia a nuestra manipulación y su sabor. Fue en esa época, posiblemente, que yo, haciendo y viendo hacer, aprendí la significación del acto de palpar.
De aquel contexto formaban parte además los animales: los gatos de la familia, su manera mañosa de enroscarse en nuestras piernas, su maullido de súplica o de rabia; Joli, el viejo perro negro de mi padre, su mal humor cada vez que uno de los gatos incautamente se aproximaba demasiado al lugar donde estaba comiendo y que era suyo; “estado de espíritu”, el de Joli en tales momentos, completamente diferente del de cuando casi deportivamente perseguía, acorralaba y mataba a uno de los zorros responsables de la desaparición de las gordas gallinas de mi abuela.
De aquel contexto –el del mi mundo inmediato– formaba parte, por otro lado, el universo del lenguaje de los mayores, expresando sus creencias, sus gustos, sus recelos, sus valores. Todo eso ligado a contextos más amplios que el del mi mundo inmediato y cuya existencia yo no podía ni siquiera sospechar.
En el esfuerzo por retomar la infancia distante, a que ya he hecho referencia, buscando la comprensión de mi acto de leer el mundo particular en que me movía, permítanme repetirlo, re-creo, re-vivo, la experiencia vivida en el momento en que todavía no leía la palabra. Y algo que me parece importante, en el contexto general de que vengo hablando, emerge ahora insinuando su presencia en el cuerpo general de estas reflexiones. Me refiero a mi miedo de las almas en pena cuya presencia entre nosotros era permanente objeto de las conversaciones de los mayores, en el tiempo de mi infancia. Las almas en pena necesitaban de la oscuridad o la semioscuridad para aparecer, con las formas más diversas: gimiendo el dolor de sus culpas, lanzando carcajadas burlonas, pidiendo oraciones o indicando el escondite de ollas. Con todo, posiblemente hasta mis siete años en el barrio de Recife en que nací iluminado por faroles que se perfilaban con cierta dignidad por las calles. Faroles elegantes que, al caer la noche, se “daban” a la vara mágica de quienes los encendían. Yo acostumbraba acompañar, desde el portón de mi casa, de lejos, la figura flaca del “farolero” de mi calle, que venía viniendo, andar cadencioso, vara iluminadora al hombro, de farol en farol, dando luz a la calle. Una luz precaria, más precaria que la que teníamos dentro de la casa. Una luz mucho más tomada por las sombras que iluminadora de ellas.
No había mejor clima para travesuras de las alma que aquél. Me acuerdo de las noches en que, envuelto en mi propio miedo, esperaba que el tiempo pasara, que la noche se fuera, que la madrugada semiclareada fuera llegando, trayendo con ella el canto de los pajarillos “amanecedores”.
Mis temores nocturnos terminaron por aguzarme, en la smañanas abiertas, la percepción de un sinnúmero de ruidos que se perdía en la claridad y en la algaraza de los días y resultaban misteriosamente subrayados en el silencio profundo de las noches.
Pero en la medida en que fui penetrando en la intimidad de mi mundo, en que lo percibía mejor y lo “entendía” en la lectura que de él iba haciendo, mis temores iban disminuyendo.
Pero, es importante decirlo, la “lectura” de mi mundo, que siempre fundamental para mí, no hizo de mí sino un niño anticipado en hombre, un racionalista de pantalón corto. La curiosidad del niño no se iba a distorsionar por el simple hecho de ser ejercida, en lo cual fui más ayudado que estorbado por mis padres. Y fue con ellos, precisamente, en cierto momento de esa rica experiencia de comprensión de mi mundo inmediato, sin que esa comprensión significara animadversión por lo que tenía encantadoramente misterioso, que comencé a ser introducido en la lectura de la palabra. El desciframiento de la palabra fluía naturalmente de la “lectura” del mundo particular. No era algo que se estuviera dando supuesto a él. Fui alfabetizado en el suelo de la quinta de mi casa, a la sombra de los mangos, con palabras de mi mundo y no del mundo mayor de mis padres. El suelo mi pizarrón y las ramitas fueron mis gis.
Es por eso por lo que, al llegar a la escuelita particular de Eunice Vasconcelos, cuya desaparición reciente me hirió y me dolió, y a quien rindo ahora un homenaje sentido, ya estaba alfabetizado. Eunice continuo y profundizó el trabajo de mis padres. Con ella, la lectura de la palabra, de la frase, de la oración, jamás significó una ruptura con la “lectura” del mundo. Con ella, la lectura de la palabra fue la lectura de la “palabra-mundo”.
Hace poco tiempo, con profundo emoción, visité la casa donde nací. Pisé el mismo suelo en que me erguí, anduve, corrí, hablé y aprendí a leer. El mismo mundo, el primer mundo que se dio a mi comprensión por la “lectura” que de él fui haciendo. Allí reecontré algunos de los árboles de mi infancia. Los reconocí sin dificultad. Casi abracé los gruesos troncos –aquellos jóvenes troncos de mi infancia. Entonces, una nostalgia que suelo llamar mansa o bien educada, saliendo del suelo, de los árboles, de la casa, me envolvió cuidadosamente. Dejé la casa contento, con la alegría de quien reencuentra personas queridas.
Continuando en ese esfuerzo de “releer” momentos fundamentales de experiencias de ni infancia, de mi adolescencia, de mi juventud, en que la comprensión crítica de la importancia del acto de leer se fue constituyendo en mí a través de su práctica, retomo el tiempo en que, como alumno del llamado curso secundario, me ejercité en la percepción crítica de los textos que leía en clase, con la colaboración, que hasta hoy recuerdo, de mi entonces profesor de lengua portuguesa.
No eran, sin embargo, aquellos momentos puros ejercicios de los que resultase un simple darnos cuenta de la existencia de una página escrita delante de nosotros que debía ser cadenciada, mecánica y fastidiosamente “deletrada” en lugar de realmente leída. No eran aquellos momentos “lecciones de lectura” en el sentido tradicional esa expresión. Eran momentos en que los textos se ofrecían a nuestra búsqueda inquieta, incluyendo la del entonces joven profesor José Pessoa. Algún tiempo después, como profesor también de portugués, en mis veinte años, viví intensamente la importancia del acto de leer y de escribir, en el fondo imposibles de dicotomizar, con alumnos de los primeros años del entonces llamado curso secundario. La conjugación, la sintaxis de concordancia, el problema de la contradicción, la enciclisis pronominal, yo no reducía nada de eso a tabletas de conocimientos que los estudiantes debían engullir. Todo eso, por el contrario, se proponía a la curiosidad de los alumnos de manera dinámica y viva, en el cuerpo mismo de textos, ya de autores que estudiábamos, ya de ellos mismos, como objetos a desvelar y no como algo parado cuyo perfil yo describiese. Los alumnos no tenían que memorizar mecánicamente la descripción del objeto, sino aprender su significación profunda. Sólo aprendiéndola serían capaces de saber, por eso, de memorizarla, de fijarla. La memorización mecánica de la descripción del objeto no se constituye en conocimiento del objeto. Por eso es que la lectura de un texto, tomado como pura descripción de un objeto y hecha en el sentido de memorizarla, ni es real lectura ni resulta de ella, por lo tanto, el conocimiento de que habla el texto.
Creo que mucho de nuestra insistencia, en cuanto profesores y profesoras, en que los estudiantes “lean”, en un semestre, un sinnúmero de capítulos de libros, reside en la comprensión errónea que a veces tenemos del acto de leer. En mis andanzas por el mundo, no fueron pocas las veces en que los jóvenes estudiantes me hablaron de su lucha con extensas bibliografías que eran mucho más para ser “devoradas” que para ser leídas o estudiadas. Verdaderas “lecciones de lectura” en el sentido más tradicional de esta expresión, a que se hallaban sometidos en nombre de su formación científica y de las que debían rendir cuenta a través del famoso control de lectura. En algunas ocasiones llegué incluso a ver, en relaciones bibliográficas, indicaciones sobre las páginas de este o aquel capítulo de tal o cual libro que debían leer: “De la página 15 a la 37”.
La insistencia en la cantidad de lecturas sin el adentramiento debido en los textos a ser comprendidos, y no mecánicamente memorizados, revela una visión mágica de la palabra escrita. Visión que es urgente superar. La misma, aunque encarnada desde otro ángulo, que se encuentra, por ejemplo, en quien escribe, cuando identifica la posible calidad o falta de calidad de su trabajo con la cantidad páginas escritas. Sin embargo, uno de los documentos filosóficos más importantes que disponemos, las Tesis sobre Feuerbach de Marx, ocupan apenas dos páginas y media...
Parece importante, sin embargo, para evitar una comprensión errónea de lo que estoy afirmando, subrayar que mi crítica al hacer mágica la palabra no significa, de manera alguna, una posición poco responsable de mi parte con relación a la necesidad que tenemos educadores y educandos de leer, siempre y seriamente, de leer los clásicos en tal o cual campo del saber, de adentrarnos en los textos, de crear una disciplina intelectual, sin la cual es posible nuestra práctica en cuanto profesores o estudiantes.
Todavía dentro del momento bastante rico de mi experiencia como profesor de lengua portuguesa, recuerdo, tan vivamente como si fuese de ahora y no de un ayer ya remoto, las veces en que me demoraba en el análisis de un texto de Gilberto Freyre, de Lins do Rego, de Graciliano Ramos, de Jorge Amado. Textos que yo llevaba de mi casa y que iba leyendo con los estudiantes, subrayando aspectos de su sintaxis estrechamiento ligados, con el buen gusto de su lenguaje. A aquellos análisis añadía comentarios sobre las necesarias diferencias entre el portugués de Portugal y el portugués de Brasil.
Vengo tratando de dejar claro, en este trabajo en torno a la importancia del acto de leer –y no es demasiado repetirlo ahora–, que mi esfuerzo fundamental viene siendo el de explicar cómo, en mí, se ha venido destacando esa importancia. Es como si estuviera haciendo la “arqueología” de mi comprensión del complejo acto de leer, a lo largo de mi experiencia existencial. De ahí que haya hablado de momentos de mi infancia, de mi adolescencia, de los comienzos de mi juventud, y termine ahora reviendo, en rasgos generales, algunos de los aspectos centrales de la proposición que hice hace algunos años en el campo de la alfabetización de adultos.
Inicialmente me parece interesante reafirmar que siempre vi la alfabetización de adultos como un acto político y como un acto de conocimiento, y por eso mismo un acto creador. Para mí sería imposible de comprometerme en un trabajo de memorización mecánica de ba-be-bi-bo-bu, de la-le-li-lo-lu. De ahí que tampoco pudiera reducir la alfabetización a la pura enseñanza de la palabra, de las sílabas o de las letras. Enseñanza en cuyo proceso el alfabetizador iría “llenando” con sus palabras las cabezas supuestamente “vacías” de los alfabetizandos. Por el contrario, en cuanto acto de conocimiento y acto creador, el proceso de la alfabetización tiene, en el alfabetizando, su sujeto. El hecho de que éste necesite de la ayuda del educador, como ocurre en cualquier acción pedagógica, no significa que la ayuda del educador deba anular su creatividad y su responsabilidad en la creación de su lenguaje escrito y en la lectura de su lenguaje. En realidad, tanto el alfabetizador como el alfabetizando, al tomar, por ejemplo, un objeto, como lo hago ahora con el que tengo entre los dedos, sienten el objeto, perciben el objeto sentido y son capaces de expresar verbalmente el objeto sentido y percibido. Como yo, el analfabeto es capaz de sentir la pluma, de percibir la pluma, de decir la pluma. Yo, sin embargo, soy capaz de no sólo sentir la pluma, sino además de escribir pluma y, en consecuencia, leer pluma. La alfabetización es la creación o el montaje de la expresión escrita de la expresión oral. Ese montaje no lo puede hacer el educador para los educandos, o sobre ellos. Ahí tiene él un momento de su tarea creadora.
Me parece innecesario extenderme más, aquí y ahora, sobre lo que he desarrollado, en diferentes momentos, a propósito de la complejidad de este proceso. A un punto, sin embargo, aludido varias veces en este texto, me gustaría volver, por la significación que tiene para la comprensión crítica del acto de leer y, por consiguiente, para la propuesta de alfabetización a que me he consagrado. Me refiero a que la lectura del mundo precede siempre a la lectura de la palabra y la lectura de ésta implica la continuidad de la lectura de aquél. En la propuesta a que hacía referencia hace poco, este movimiento del mundo a la palabra y de la palabra al mundo está siempre presente. Movimiento en que la palabra dicha fluye del mundo mismo a través de la lectura que de él hacemos. De alguna manera, sin embargo, podemos ir más lejos y decir que la lectura de la palabra no es sólo precedida por la lectura del mundo sino por cierta forma de “escribirlo” o de “rescribirlo”, es decir de transformarlo a través de nuestra práctica consciente.
Este movimiento dinámico es uno de los aspectos centrales, para mí, del proceso de alfabetización. De ahí que siempre haya insistido en que las palabras con que organizar el programa de alfabetización debían provenir del universo vocabular de los grupos populares, expresando su verdadero lenguaje, sus anhelos, sus inquietudes, sus reivindicaciones, sus sueños. Debían venir cargadas de la significación de su experiencia existencial y no de la experiencia del educador. La investigación de lo que llamaba el universo vocabular nos daba así las palabras del Pueblo, grávidas de mundo. Nos llegaban a través de la lectura del mundo que hacían los grupos populares. Después volvían a ellos, insertas en lo que llamaba y llamo codificaciones, que son representaciones de la realidad.
La palabra ladrillo, por ejemplo, se insertaría en una representación pictórica, la de un grupo de albañiles, por ejemplo, construyendo una casa. Pero, antes de la devolución, en forma escrita, de la palabra oral de los grupos populares, a ellos, para el proceso de su aprehensión y no de su memorización mecánica, solíamos desafiar a los alfabetizandos con un conjunto de situaciones codificadas de cuya descodificación o “lectura” resultaba la percepción crítica de lo que es la cultura, por la comprensión de la práctica o del trabajo humano, transformador del mundo, En el fondo, ese conjunto de representaciones de situaciones concretas posibilitaba a los grupos populares una “lectura” de la “lectura” anterior del mundo, antes de la lectura de la palabra.
Esta “lectura” más crítica de la “lectura” anterior menos crítica del mundo permitía a los grupos populares, a veces en posición fatalista frente a las injusticias, una comprensión diferente de su indigencia.
Es en este sentido que la lectura crítica de la realidad, dándose en un proceso de alfabetización o no, y asociada sobre todo a ciertas prácticas claramente políticas de movilización y de organización, puede constituirse en un instrumento para lo que Gramsci llamaría acción contrahegemónica.
Concluyendo estas reflexiones en torno a la importancia del acto de leer, que implica siempre percepción crítica, interpretación y “reescritura” de lo leído, quisiera decir que, después de vacilar un poco, resolví adoptar el procedimiento que he utilizado en el tratamiento del tema, en consonancia con mi forma de ser y con lo que puedo hacer.
Finalmente, quiero felicitar a quienes idearon y organizaron este congreso. Nunca, posiblemente, hemos necesitado tanto de encuentros como éste, como ahora.

12 de noviembre de 1981

Subido por Luciano

viernes, 31 de octubre de 2008


Luciano, qué buena la idea de poder comunicarnos e intercambiar reflexiones y opiniones a través de este Blog.
Como vos, coincido con lo que expresa el Diseño Curricular para el Profesorado en Educación Inicial, acerca de los inconvenientes de la fragmentación curricular y la ventaja de promover el encuentro de saberes y prácticas y una mayor comunicación entre los Docentes y las Alumnas.



TALLER INTERDISCIPLINARIO:
UNA VISIÓN INTERCULTURAL DE NUESTRA SOCIEDAD



CONTENIDOS PROPIOS DE CADA DISCIPLINA



OBJETIVO FINAL:
CONOCER LA REALIDAD



LA DOCENCIA COMO PRÁCTICA CON TRASCENDENCIA

SOCIAL

CULTURAL

INTELECTUAL

¿Por qué una visión intercultural de la sociedad?

Si reflexionamos acerca de lo que vivimos diariamente, vemos que:

- Nuestra sociedad es contradictoria y excluyente.

- Demasiadas veces, la realidad se encuentra muy lejos de los principios aparentemente aceptados por la mayoría.

- Prevalecen las desigualdades de todo tipo, las injusticias sociales y los prejuicios de unas personas hacia otras.

Una sociedad que, además, está atravesando por grandes cambios:

En su composición.
En su economía.
En su ideología.
En sus valores.
En la relación entre las personas.


Esta situación de discriminación y exclusión es a veces la causa de la existencia de actitudes racistas y xenófobas.

Qué importante que, ante esta realidad social, nuestros Docentes tomen posiciones y apuesten por una Educación intercultural e igualitaria, que luche contra las situaciones de injusticia, discriminación y exclusión.

Elsa Inés Orsi de Perrone
Prof. Educación Temprana
1er. Año Profesorado Nivel Inicial

I.S.F.D.T.Nº32.- Balcarce (Bs.As.)




martes, 7 de octubre de 2008

El Taller Integrador Interdisciplinario en el diseño curricular

El jueves 3 de julio escribí en mi cuaderno:
Taller Integrador Interdisciplinario del Campo de la Práctica
¿Cuáles serán los espacios para la Práctica en Terreno? ¿Cuál será el eje?
Allí cité: leer páginas 35 y 36 del diseño curricular.
Si bien está escrito en el diseño no considero ocioso transcribirlo aquí.

Taller integrador interdisciplinario

Uno de los componentes centrales (y quizás más novedoso) del Campo de la Práctica es el Taller Integrador Interdisciplinario. Una de las características de la Formación Docente es la fragmentación curricular y la falta de comunicación entre los actores involucrados. La propuesta de creación, cada año, de un Taller integrador interdisciplinario tiene por objeto provocar el encuentro de saberes, de prácticas y de sujetos en la Formación Docente. Este Taller es el espacio de encuentro mensual de la comunidad de los docentes y los estudiantes de cada año de la Carrera.
Es un Taller integrador porque busca la articulación:
de la acción y la reflexión, en especial entre los docentes, lo que implica tomar distancia de las construcciones idealistas (que aplican teorías o ideas) o pragmáticas, y apostar a la construcción grupal y colectiva de la reflexión y la reflexividad (el análisis del propio proceso de reflexión), a la búsqueda y creación de alternativas, a la toma de decisiones colectivas;
de la teoría y la práctica, en cuanto provoca la necesidad, en el encuentro entre docentes y estudiantes, de articular e interpelar mutuamente aquello que corresponde a la experiencia de prácticas docentes y de lo que se relaciona con la construcción teórica; en este sentido no se trata de una yuxtaposición o una sumatoria, sino de una articulación, donde cada elemento se ve interrogado y transformado por el otro en virtud de la relación integradora;
de la escuela y el Instituto formador con la sociedad y la comunidad, en cuanto las interpelaciones al taller y los problemas y temas que éste aborde, tienen que aportar a la reconstrucción del sentido de la institución educativa en nuestras sociedades y a la recomposición del lugar y el significado público que posee;
de la formación básica con la cultura escolar, de modo de producir un continuum formativo en el cuál las fuerzas sean equilibradas, y el esfuerzo de problematización y construcción crítica se haga cultura en la práctica docente, y no sea subsumido o fagocitado por la gramática escolar y su lógica de la práctica.

El Taller es interdisciplinario porque, además de las particularidades de las disciplinas, el conocimiento y la formación tienen su fuente y su sentido final en la realidad y, en este caso, en una práctica social: la docencia como trabajo cultural o intelectual en una sociedad.

Más allá de la superposición de disciplinas aisladas que obstruyen una percepción integral y problemática del mundo, los intentos multidisciplinarios fracasan ya que sólo operan yuxtaponiendo disciplinas, de manera circunstancial en abordajes teóricos o discursivos de problemas (a veces descontextualizados), lo que no provoca instancias de conocimiento integral ni de transformación de la realidad problemática.

La interdisciplina, como abordaje epistemológico y pedagógico, implica poner el centro de atención en las problemáticas contextualizadas de la realidad y no en las disciplinas o asignaturas. Esto comporta características que distinguen a la interdisciplina de otras instancias estratégicas, porque:
necesita de los intercambios entre las disciplinas y entre los actores de cada una de ellas
[1].
se refiere a las problemáticas de la realidad articulándose alrededor de ellas y tiene como interés su transformación.
requiere del trabajo en equipo y de la cooperación recurrente, y no sólo esporádica (como en las mesas redondas o paneles ocasionales).
se encamina hacia la construcción de una referencia lingüística y un marco conceptual común.
En cada año el Taller Integrador Interdisciplinario tendrá un eje que permite relacionar los otros campos formativos, las herramientas y la práctica en terreno. Esto significa que no posee “contenidos” prescriptos, sino que los mismos serán el producto de la integración interdisciplinaria que se suscite alrededor del eje de trabajo propuesto.
Finalmente debe aclararse que la totalidad de los docentes y los alumnos / as de un determinado año participarán en el Taller Integrador Interdisciplinario de ese respectivo año. Esto se garantiza con la designación de cada docente con un módulo semanal plus (una hora plus). En el mes, los cuatro módulos se utilizan de manera acumulada en el Taller, según la definición institucional.
Es deseable que los Institutos de Formación Docente arbitren los medios para programar la realización de al menos un Taller Integrador Interdisciplinario vertical por cuatrimestre, con la participación de los docentes y los estudiantes de todos los años de la Carrera de Formación Docente.

[1] Los intercambios y las transacciones entre disciplinas y sus diversas corrientes son necesarios, ya que una teoría no puede abarcar todas las facetas de los asuntos que trata y los problemas que aborda. Ese concurso de perspectivas puede ser problemático en razón de la coherencia entre sus fundamentos.

Luciano Cristaldo - Arte y Educación 1º EPB

jueves, 18 de septiembre de 2008

La Bitácora

Sobre el cuaderno de bitácora



El aprendizaje compartido en el recorrido por el campo de la práctica, puede ser considerado en la escritura del cuaderno de bitácora, como un proceso conjunto que posibilita la construcción de la memoria colectiva desde el entramado de diversos textos:



El texto de nuestras propias experiencias. El texto de nuestras formas de pensar. El texto de referencias conceptuales. El texto de nuestras tomas de posición frente a temas y problemas. El texto del diálogo. El texto de la construcción grupal. El texto del intercambio colectivo.



Cada tema o problema que se trabaje:

Abrirá líneas de:
Complementación. Ejemplificación. Otras redes de experiencia. Otras formas de pensar. Otros textos.

Y producciones diversas: desde aquél entramado que va adquiriendo forma propia en c/u de nosotros, de acuerdo a nuestro propio proceso de conocimiento y a nuestros propios modos de expresión.

En cuánto a las formas de construir un cuaderno de bitácora estamos situados claramente en el plano de la expresión, y se visualiza aquí el valor instrumental del proceso productivo y del producto, que permiten la concienciación del contenido a través de su construcción y del ejercicio de comunicarlo.

El sentido del Cuaderno de Bitácora es que cada docente, de este nuevo modo de concebir y recorrer el campo de la práctica:
Vaya registrando los entretelones subjetivos y reflexivos.
Vaya relatando los momentos que devienen trascendentes para el proceso (no siempre los momentos que luego devienen trascendentes para un proceso, cualquiera que fuere, son considerados trascendentes en el preciso instante en el que se producen).
Con cierta autonomía (que no es lo mismo que con autonomía cierta).
Sin quedar atrapado en la rutina de escribir lo dicho por otros. (Esto sólo es posible si se cumple la condición de autonomía, si no se cumple será: “no quedando atrapado del todo, sino sólo parcialmente en la rutina de escribir lo dicho por otros”).
Luego de este análisis, digamos sin ambages: con autonomía.

Comentario:
Los orígenes del nuevo modo de concebir el campo de la práctica y del nuevo modo de recorrerlo no son los mismos.
La concepción no es propia en el origen, sino que proviene de las usinas de política educativa. Es posible sin embargo que se produzca luego de algún recorrido, la apropiación del modo de concebir. Es posible también que existan docentes que tengan plena coincidencia con el nuevo modo de concebir el campo de la práctica, aún en el caso de que no hayan tenido participación directa en su alumbramiento. Coincidencia fundada en tramas textuales anteriores sino idénticas, parecidas.
El origen del modo de recorrer sí es propio, si bien se puede proponer un modo de efectuar un recorrido, el modo no estará en la propuesta sino que se desprenderá de la acción de recorrerlo y de la propia lectura del recorrido.
La imagen del libro o cuaderno de “bitácora” creo que es sumamente adecuada. No creo sin embargo que simbolice la distancia entre el recorrido intencional planteado en la carta de navegación y el efectivamente recorrido, sino que simboliza lisa y llanamente el efectivamente recorrido, permitiendo así conocer luego de su confección las distancias existentes entre lo planeado y lo realizado.
Del mismo modo creo que las realidades culturales de larga y terca materialidad, está por verse si son tan duras. O si algunos objetivos político educacionales no están más cerca de lo que se cree de estas realidades culturales y viceversa.

Para el Encuentro de Taller Integrador del 15/05/2008

¿Cómo se piensa cada materia relacionada con la práctica en terreno?
Arte y Educación incluida en el nuevo diseño en el campo de los saberes a enseñar está siendo pensada desde este desarrollo curricular, como una materia que privilegia:
El contacto directo con los objetos.
La construcción colectiva de experiencia sensible a partir de procesos reflexivos grupales aplicados a la propia acción grupal.
La construcción colectiva de la interpretación, poniendo en contacto influyente: los problemas que resultan relevantes, las ideas personales que los describen e interpretan, los constructos derivados de la intersubjetivación grupal y el marco teórico, dando a luz a nuevas estructuras conceptuales. Resignificando y reconstruyendo objetos de conocimiento.
Desentramar relaciones vinculares y el modo en el que afectan la relación educativa, a partir de experienciación de síntesis estéticas.
La relación de su propio campo disciplinar, conceptual, metodológico, discursivo y retórico, con la práctica en terreno.
El acercamiento a contextos socioeducativos diferentes a la escuela.
¿Cuál es el posicionamiento de los docentes desde su materia ante el nuevo diseño?
Coincidencia con las tesis subyacentes en el nuevo diseño sobre todo en lo que respecta a la calidad de educativos de ámbitos anteriormente inconsiderados como tales.
¿Qué problemáticas serán objeto de trabajo de integración interdisciplinar?
El primer problema es justamente determinarlas, realizar esta determinación es discriminar la tarea, el “para qué de la reunión” al decir de Santoyo.


Luciano Cristaldo - Arte y Educación 1º EPB